Son parte del paisaje de Lima, pero hoy corren peligro por el tráfico de animales y los prejuicios. Un grupo de voluntarios y estudiantes de Medicina Veterinaria trata de rescatarlos.
Esta especie combate las plagas de ratones y ayuda al confinamiento de enfermedades zoonóticas.
Intoxicados, atacados con perdigones desde las azoteas, traficados ilegalmente, ciegos, con las alas rotas. “De todas estas formas de crueldad hemos rescatado a los gavilanes acanelados”, dice Sonny Ochoa, estudiante de Medicina Veterinaria y voluntario de Unidos por los Animales (UPA). Hace solo unos días, el equipo de esta organización rehabilitó a un ejemplar con tortícolis y colocó clavos intramedulares a otro, debido a sus fracturas. “Incluso, hemos realizado necropsias en las que hallamos buches llenos de veneno”, continúa Ochoa, también licenciado por el Servicio Nacional Forestal y de Fauna Silvestre (Serfor) para practicar la cetrería. Luego guarda silencio y dice que el panorama es atroz. Su preocupación no es casual: el maltrato hacia las aves rapaces, que conforman gran parte del paisaje limeño, se ha incrementado; el tráfico de vida silvestre se vigoriza pese a la mediatización de Run Run, el zorro andino que fue comprado y criado como perro.
En el Perú, más de 300 especies están amenazadas por este delito, según las autoridades ambientales. Cada año, además, se decomisan unos 5.000 especímenes por actividades ilícitas, que ponen en riesgo la biodiversidad del país, reconocido por albergar más del 70 % de la diversidad biológica del planeta. El gavilán acanelado, el depredador aéreo más importante de Lima, no solo se encuentra acorralado por esta actividad: sus mayores enemigos, enfatiza Ochoa, son los mismos vecinos que los miran con desdén y temor, sin saber que su presencia evita, entre otras cosas, posibles plagas de palomas, consideradas como vectores de enfermedades zoonóticas.
“En realidad, se sabe muy poco sobre las aves rapaces en el país”, comenta Gian Pierre Daviglue, también voluntario de UPA. Sobre las más de 1,900 especies de aves que alberga el país se han realizado mínimas investigaciones: hay estudios sobre la pava aliblanca, el pingüino de Humboldt, el zambullidor de Junín, los guacamayos en Madre de Dios. De las aves rapaces, en cambio, casi no se sabe nada, a pesar de que el Perú se ubica entre los países con mayor número de estas especies a nivel global. Tampoco hay expertos que se dediquen a seguir sus rastros. Entonces, producto de la ignorancia y de prejuicios, son cazadas, perseguidas y envenenadas porque se les considera dañinas y se les atribuyen poderes maléficos. Pero también son perjudicadas por otras actividades humanas, como aquellas que alteran sus hábitats y sitios de nidificación, comenta Bruno Alva, otro voluntario de la organización.
“Visibilizar su rol en el ecosistema —agrega Alva— puede ayudar a anular estas prácticas”. Para la ciencia, aves como el gavilán acanelado sirven de organismos modelos para el estudio de la estructura y dinámica de las poblaciones ecológicas y las comunidades biológicas. Son catalogadas como “basureros ambientales” ya que contribuyen al desparasitamiento y confinación de enfermedades al interior de los sistemas ecológicos. Además, son grandes depredadoras de ratones, lo que las convierte en inestimables aliados del ser humano y de la agricultura en general, pues son perjudiciales para los cultivos, afectan graneros y acopios de cosechas o transmiten enfermedades al ser humano y al ganado.
De vuelta a casa
El equipo de UPA no solo atiende a las aves que nadie quiere. También lo hacen con perros y gatos. Algunos integrantes, incluso, han viajado a Amazonas para devolver a monos separados de sus hábitats. Una vez rehabilitados, son llevados a la selva virgen. Gracias a ese trabajo, más de cien tortugas taricayas han retornado a Puerto Maldonado. Los gavilanes acanelados, en tanto, son liberados si presentan condiciones óptimas. De lo contrario, son entrenados con dedicación para mitigar su tragedia.
FUENTE: La República